31 de agosto de 2008

Nada.

Mordida por las abispas,
un techo de no-luz se extiende por la ciudad habitada,
y mi sombrero, y el paraguas que me ha de resguardar de la vida
han sido lanzados más allá de mí,
la inercia del aire hace que siga calles, más calles y más calles,
pie más otro pie la senda está difuminada de cadáveres enloquecidos,
y yo desenfundo una fuerza que deja regusto a precipicio,
adonde, hacia qué,incerteza de mi mano de niña que no es niña,
mis manos con la mariposa tatuada también saben de venas azuladas
y de un golpear a la puerta incorrecta.
Un susurro, un vaivén de estrellas que querría ver y la nube se interpone,
la Amarga de mí censura la lágrima y recuerda en sueños que fumaba,
vida-humo se escapa entre las rendijas de mis dientes,
amaneceres de sangre,
noche de colchón blanquecino,
cintas de vidrio y hierro tapian la boca,
tapian la certeza o la suciedad pareciendo que todo está en su sitio.
Y no lo está.Mordaza.Nada está en su sitio.