y la saliva velaba el porqué del universo
y así se deshacia el miedo que no tenía dientes
sino una trituradora de cielos vestidos de luciérnaga
yo caminé precipicios y las venas me latían desbordadas
de vivir demasiado
de conocer senderos con arenas movedizas
de morder cuellos invisibles
como sus ojos reflejaban oscuridades
me topé con un infierno rastreando mi boca
me sumergí en mi soledad cuadrada y fértil
de manos esquivas
y una lengua suave y cierta pobló los minutos
como de nada sirve atarse en la celda de su horizonte
su vientre entretenido de pájaros
de ríos fluyendo con la suavidad de la caricia
hacia la eternidad vamos los dos de la mano
con la piel deseando la otra piel
como amantes viejos
como eternos buscadores de un paraíso conocido.